viernes, 28 de septiembre de 2007

Lejos. El más grande


Que victoria la de River ayer. Con 9 hombres, un juego regular, pero a todo corazón, le ganó a Botafogo por 4-2 en el Monumental, en el partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Sudamericana.



Un partido electrizante y lleno de emoción. El equipo brasilero salió a la cancha mejor parado, y en todo sentido (los millonarios fueron un sólo resbalón durante toda la primera etapa). Marca personal durante todo el partido, apertura del marcador temprana: a los 10 minutos de juego, Lucio Flavio la colocó en el arco de Carrizo, luego de un error grosero, si, grosero de Lussenhoff.



River, salió a buscar el empate escaso de ideas. Ortega intentaba hacerse dueño de la pelota, creaba situaciones, pero el arco, al igual que en el partido contra Racing por el torneo local, se le cerraba. El fondo hacía agua, y cada llegada del rival era peligro de aumentar la diferencia. Pero a los 31, de la cabeza de Falcao llegó el 1-1. Previo al cierre de los 45 minutos, el paraguayo Amarilla, que dejó un sabor bastante amargo respecto a como dirigió, expulsó a Zé Roberto tras reiteración de faltas. River se abalanzó sobre el arco de Max (soberbia actuación), pero no le alcanzó y se fue al vestuario con un Monumental que destilaba impaciencia.



La segunda etapa fue cahótica para el local. Ahumada y Lussenhoff, este último con una inexplicable titularidad por su rendimiento, vieron la roja. Dodó estampó el segundo gol, y los millonarios quedaban obligados a marcar 3 goles en 20 minutos para clasificar. A esa altura, los hinchas bramaban en contra del técnico, silbaban a los jugadores y se retiraban de la cancha. El Monumental era una caldera. El banco mostraba un Passarella que no podía creerlo, mostraba un Passarella que, quizás, empezaba a meditar una desición importante.



Pero anoche jugó River señores, jugó el equipo grande, el equipo que tiene sangre de campeón. Jugó el equipo que muchos queremos ver, ese que puede y debe aún encontrar nivel futbolístico, pero el mismo que anímicamente demostró estar fuerte, tener ganas, ambición. Falcao puso el 2 a 2, y Botafogo se refugió atrás. A los 33, y otra vez con el "Burro" como protagonista, como el jugador que se carga el equipo al hombro, Andrés Ríos la puso a la izquierda del arquero, y selló el tercero. Pero faltaba más... Radamel, nuevamente de cabeza, estampó el cuarto. De ahí en más, todo fue delirio.


Anoche, el equipo de Daniel transpiro la camiseta. La "banda" creció, y supo dar vuelta un partido que parecía imposible. El colombiano se llevó la gloria. Memorable.
(Foto: Club Atlético River Plate, página oficial)









2 comentarios:

Unknown dijo...

el orgullo de ser argentino y ver como le tiemblan las piernas a los heroicos pibes de mi pais y como le tiemblan las piernas tmb del miedo a los brasileros que saben, lo sienten, cnocen que estan jugando con el más grande de la argentina.....river donde estabas? te extrañaba!!!

Anónimo dijo...

Me encantó tu nota sobre el clásico.En casa lo vivimos con toda esa euforia y pasión que nos trasmiten papá y vos cada domingo.Pero yo me alegro por Pasarella, porque se me hace, que es como el papá de todos esos chicos que forman el equipo y que como todo papá quiere que a sus hijos todo les salga bien aunque a veces ellos no lo entiendan.Aguante River y Daniel